ALIMENTOS QUE VIAJAN


Antes éramos menos, y comíamos productos cercanos. Había tiendas pequeñas en cada barrio. Íbamos a comprar la leche a la lechería, el pan a la panadería, el pescado a la pescadería, la fruta a la frutería, etc. Con la llegada de las grandes superficies, los pequeños se vieron avocados a la desaparición. 
La globalización ha llevado a que la mayoría de las personas se hayan habituado a encontrar alimentos de cualquier parte del mundo durante todo el año. Antes, se compraban los productos locales de temporada. 
Hoy día, en los supermercados encontramos alimentos supuestamente frescos que provienen de miles de kilómetros de distancia. Cada vez dependemos más de estos alimentos puesto que hacemos nuestra compra mayormente en los grandes supermercados porque nos parece más cómodo y barato y sin pensar en los efectos que tiene el no tener en cuenta el origen de los productos. 
Realmente, HACE FALTA MUCHA MÁS ENERGÍA PARA TRANSPORTAR ESTOS ALIMENTOS QUE LA QUE OBTENEMOS AL COMERLOS. Por cada caloría que consumimos de estos alimentos de supermercado que vienen de lejos, se han gastado 10 calorías de combustible fósil. 
Si hacemos nuestra comida con alimentos locales, ahorramos hasta 650 veces más emisiones de CO2 a la atmósfera (Jane Goodall, "Otra manera de vivir. Cuando la comida importa"). Además, para estos viajes se les envasa en plásticos y suelen ser rociados o inyectados con químicos para que se conserven. Los niños, como reflexiona Jane Goodall, suelen aborrecer los tomates de cultivo industrial transgénicos, quizás instintivamente, como pasa con los animales a los que se les ofrece. Si les ofreces tomates buenos del huerto, cultivados sin químicos, les encantan. 
Los monocultivos intensivos gigantescos se han hecho para este tipo de mercado. Enormes cantidades de productos son enviados sorprendentemente a países donde se cultivan estos productos. Por ejemplo, naranjas de Uruguay y Sudáfrica se vendían el mes pasado en un supermercado de la provincia de Alicante, que es tierra de naranjas. 


Como las naranjas locales no están en la cadena industrial, el supermercado prefiere vender naranjas que han recorrido 11.000 kms de distancia. Estos supermercados compran a bajo precio grandes pedidos, por lo que los importan de envasadoras industriales. Un sistema que se traduce en pérdida de calidad de los productos que comemos y destrucción de los pequeños agricultores locales, que no encajan en el modelo de estos supermercados. 
Por eso, en estos lugares han preferido vender sus tierras de cultivo a los promotores urbanísticos. Al final, las naranjas locales se sustituyen por cemento y se importan naranjas de países lejanos. 
El dato es terrible: diez multinacionales se han apropiado de más de la mitad del suministro mundial de alimentos anteponiendo los beneficios económicos a la salud y el respeto al medio ambiente de todos. Los monocultivos industriales usan un 30% más de combustibles fósiles que los ecológicos. 

¡OJO! PRODUCTOS ECOLÓGICOS DE VERDAD & DE PACOTILLA

Debido a que los consumidores empezaron a buscar productos ecológicos al conocer que los pesticidas químicos estaban destruyendo nuestra salud y la del planeta en general poco a poco, las prácticas ecológicas aumentaron en la agricultura. Las empresas grandes no iban ni van a cambiar por motivos éticos ya que sólo piensan en el dinero, pero si les compensa económicamente porque los consumidores lo exigen, se adaptan. 
Pero, como advierte Jane Goodall, cuando este movimiento de lo ecológico pasa a las grandes empresas, hay que ser prudente porque se pueden aprovechar de ello. Muchas están financiadas por los grandes productores de pesticidas químicos y transgénicos. No compran los productos a agricultores locales y sostenibles. Ya existen, para adaptarse al consumidor que busca "etiqueta verde", monocultivos industriales "ecológicos". Sus productos se venden empaquetados en plásticos y viajan lejos también. No usan pesticidas ni transgénicos pero sí agua subvencionada y fertilizantes supuestamente "ecológicos", además del gasto de combustibles fósiles. Lo que buscan es lo justo para poder cumplir con los criterios del certificado ecológico y punto. Unos criterios hechos a su conveniencia, que les favorecen por encima de los agricultores pequeños que producen ecológico de verdad y que fueron en realidad los pioneros de la agricultura ecológica. 
Los agricultores pequeños y los comercios pequeños de barrio ya no pueden competir con los precios de los grandes supermercados. 
Al comprar productos locales y ecológicos beneficiamos nuestra salud, apoyamos la economía local y ayudamos al medio ambiente, que es nuestra vida presente y futura. El COMERCIO JUSTO asegura las buenas prácticas medioambientales y sociales. Fíjate en el origen de los productos y evita los envases absurdos de plástico. 



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