Investigadores de la Universidad de Miami Rosenstiel School, coordinados por Liza Merly, han encontrado altas concentraciones de metales pesados (plomo, mercurio y arsénico) en la sangre de 43 tiburones blancos muestreados en Sudáfrica, a unos niveles considerados tóxicos para los animales, si bien se han sorprendido de que su salud, sistema inmunológico y condición corporal no estaban aparentemente afectadas. Esto les ha llevado a sugerir que los tiburones puedan tener un mecanismo de protección fisiológico frente a estos agentes tóxicos que ellos acumulan como superpredadores de la cadena trófica.
Estas mediciones permiten utilizar a los tiburones blancos como indicadores de la salud del ecosistema marino. Si ellos tienen estas concentraciones de tóxicos en sus tejidos, las especies de las que se alimentan y el resto de la cadena trófica está acumulando toxinas, incluyendo los peces de las que se alimentan los humanos.
El mismo equipo de investigadores, ha publicado, casi a la vez, los resultados de otro estudio en Sudáfrica, dirigido por Neil Hammerschlag, sobre los efectos de la disminución de tiburones blancos. Una de las inesperadas consecuencias es el aumento de la población de otros tiburones menores que habitualmente están en otros hábitats marinos; en el caso del estudio, el tiburón moteado (Notorynchus cepedianus).
Este estudio lo realizaron en Isla Foca (Seal Island), así llamada porque alberga una inmensa colonia de lobos marinos del Cabo, lo que atrae a los tiburones blancos en determinadas épocas. Los tiburones rodean la isla en lo que se ha dado en llamar "Anillo de la muerte", que es donde suelen dar caza a los lobos marinos con una técnica única y espectacular, lanzándose desde abajo y capturando al lobo marino a la vez que saltan sacando todo el cuerpo del agua.
Estos investigadores han estado desde el año 2000 estudiando estas interacciones y han registrado más de 8000 ataques a lobos marinos. Durante más de diez años, el número de tiburones blancos se mantuvo estable pero, a partir del 2015, empezó a disminuir el número de avistamientos de forma alarmante, con un mínimo histórico en estos dos últimos años 2017 y 2018. Desconocen el motivo de su declive pero se han centrado en estudiar las consecuencias que esto tiene en el ecosistema.
Tiburón moteado o de siete branquias
Nunca habían visto en la isla al tiburón moteado (también llamado tiburón vaca de hocico corto o tiburón de siete branquias) pero, tras el declive del tiburón blanco, han empezado a aparecer. Han llegado a ver hasta 120 individuos y han presenciado un ataque a un lobo marino. Históricamente, estos tiburones están en una zona ubicada a 18 km de la isla, en un ecosistema de lechos de algas.
Y hablando de algas y de estrategias de caza de los tiburones blancos, un investigador australiano, Oliver Jewell, de la Universidad de Murdoch, también ha publicado ahora una grabación de una estrategia del gran tiburón blanco que hasta ahora era desconocida. En Australia, donde hay bosques de algas kelp, un tiburón con cámara incorporada se adentra en este bosque submarino en busca de sus presas. Jewell siempre perdía la señal de los tiburones radiomarcados cuando llegaban cerca de los bosques de algas, así que adosó cámaras en sus aletas dorsales para averiguar qué pasaba. En esta imagen, el momento del marcaje:
Marcaron ocho tiburones y han tenido que pasar tres años hasta conseguir estas imágenes desde el punto de vista del gran blanco moviéndose sigilosamente por el bosque de kelp. Lo que pasase después nadie lo vio. No saben si cazó o no... solamente desapareció.
Por David Nieto Maceín
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