MARIO MORCILLO, EL CAZADOR DE SUEÑOS.


Hoy han pasado SIETE años desde que Mario Morcillo se quedara en su recién descubierto paraíso. Él fue inspiración para muchos de nosotros.
En sus inicios, fundó Balaena, una asociación universitaria de estudio y divulgación de los cetáceos, y trajo a los más grandes expertos mundiales, con los que trabó grandes amistades, para dar cursos interesantísimos, un modelo que fue copiado por otras muchas organizaciones. En esto fue, aunque la mayoría no lo sabe, un pionero inspirador también.

En un momento dado, dejó Balaena a los estudiantes y continuó su vuelo libre. Se movió por la Patagonia en busca de las orcas, pero cuando descubrió que en el Estrecho de Gibraltar también había orcas, se centró en su estudio, iniciando el proyecto de investigación y divulgación de LA ISLA DE LOS DELFINES, "esa zona de agua rodeada de tierra por todas partes", cuya sede estaba en Barbate y Zahara de los Atunes. La inspiración para La Isla le vino en Isla Pingüinos, Patagonia argentina.

Allí conoció a Andrés, un sabio pescador que sabía mucho del mar y de las orcas, que le abrió las puertas al mundo del atún, que era por el que las orcas estaban en aquellas aguas.
(Andrés murió unos meses después que él). Mario estuvo estrechamente unido a los almadraberos porque su estudio de las orcas pasó por el estudio de su presa principal allí: el atún rojo. Así, empezó a llegar a conclusiones y a estudiar la historia de la pesca del atún, lo que le llevó a sumergirse en la historia de las civilizaciones del Mediterráneo, descubriendo que las orcas habían tenido un papel importantísimo y sorprendente en el desarrollo de las civilizaciones humanas. Descubrió todo un mundo de simbología alrededor de las orcas y los atunes en las antiguas culturas griegas, romanas y fenicias.

Organizó Pasantías para estudiantes en las que había aprendizaje, estudio, diversión... por lo que La Isla de los Delfines era un catalizador social apasionante. Compró un barquito que llamó Stenella en aquellos inicios. En aquellos años descubrió la existencia de una pequeña cueva con pinturas rupestres. Al investigar las pinturas descubrió que estaban relacionadas con las orcas y la pesca del atún. Hoy es muy famosa y se conoce como La Cueva de las Orcas.

Era una persona apasionada del aprendizaje y de la divulgación del conocimiento, también un cazador de sueños y un transmisor de ilusiones. Creaba sueños que se hacían realidad. Creaba magia y todos creíamos en esa magia. 

LA ISLA DE LOS DELFINES creció muchísimo, venían cientos de alumnos a los cursos en los que los mayores expertos mundiales daban clase. Y se empezaron a organizar cursos y expediciones en Patagonia y Amazonas. Su idea era recrear las escuelas peripatéticas de la Antigua Grecia, en las que el conocimiento se transmitía en el medio, andando. 

Mario creó una red social (antes de que las redes sociales existieran en Internet) sólo de fauna salvaje y especialmente de cetáceos, la mayor del mundo. Había cuatro mil personas que habían pasado por los cursos, pasantías y expediciones de La Isla. Con su red social de La Isla de los Delfines, pretendía que cada uno pudiese compartir conocimiento. 




Mario estaba interesado en conocer a los animales a través de la observación, como los antiguos. Leía la naturaleza e integraba todo en el conocimiento. Por eso, por ejemplo, profundizó en el estudio de la Luna, que tanto influye en las mareas, en las corrientes y en el comportamiento de todas las especies marinas. Mario te generaba el interés por aprender más. Él sembró ilusiones y sueños en muchas personas que están saboreando la vida gracias a él. Él se saltó las reglas académicas, científicas, las rompió.
                             
Un día, nuestro amigo Jota (José Antonio Blanco), en un homenaje a Mario, destacó unas ideas o premisas que Mario intentaba difundir: 

-Todas las cosas están ya dichas pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre. Una frase de André Gide, que quiere decir que hay que intentar indagar también en la información del pasado. Siempre decía la frase de alguien: "cuando callen los hombres, hablarán las piedras".

-Deberíamos desaprender gran parte de lo aprendido y aprender lo que no se nos ha enseñado. Se trata de ser crítico con lo que aprendemos, para poder verlo desde otro punto de vista y reinterpretarlo. Buscaba información para rellenar todos los huecos.

-Si lo que observas no es simple, ¿Por qué mirarlo siempre de la misma forma? Mario, en la cueva que usaba para avistar las orcas, no miró solo al mar. También miró las paredes de la cueva y empezó a descubrir un mundo nuevo relacionado con lo que tenía delante. Jota utilizó el símil de El Principito: la imagen del gorro que en realidad era una serpiente que se había tragado un elefante. Curiosamente, hace unos meses fui a visitar el origen de todo, Península Valdés, en Patagonia, y allí había una isla con esa forma, que cuentan había inspirado a Saint-Exupéry.

-En cultura y saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da. Esto en Mario es fundamental. La información era algo que se daba y después se recibía renovada con nuevo conocimiento o reinterpretada.

-Un sueño que sueñas solo, es sólo un sueño. Un sueño que sueñas con otro, es una realidad.  


Por Mario y su Isla de los Delfines, por siempre.






Por David Nieto Maceín

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