En 1956 salió en España una Ley sobre Desecación de Márgenes, afectando a los ríos Guadiana, Cigüela y Záncara, y por tanto a las Tablas de Daimiel. Así que se afanaron en construir canales y desecar extensas zonas de humedal, canalizaron el río Cigüela, talaron toda su arboleda y dejaron desoladas las riberas que conoció el príncipe don Juan Manuel. Incluso sus aguas acabaron desapareciendo tras crear unos embalses en el cauce alto; sus propietarios sacaron todo el agua que pudieron para regar sin miramiento. Devastaron aquél lugar hasta que en 1973, tras los encomiables esfuerzos de Félix Rodríguez de la Fuente, que había quedado horrorizado por la amenaza que se cernía sobre aquél rico ecosistema, se detuvo la desecación y se declaró el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
Félix Rodríguez de la Fuente despertó el interés por sus valores ecológicos no sólo en España sino a nivel internacional, y la UICN se fijó en las Tablas y las colocó en su plan de custodia de áreas húmedas, aunque fue mucho más lo que tuvo que hacer nuestro amigo Félix para conseguir la protección de aquél lugar. En 1980, el año de la desaparición de Félix Rodríguez de la Fuente, el Parque Nacional fue ampliado y poco después declarado Reserva de la Biosfera y Humedal de
Importancia Internacional.
A pesar de todo, siguieron (y aún hoy siguen) sobreexplotando su acuífero decenas de miles de pozos, miles de ellos ilegales y un cultivo de regadío exacerbado por mala gestión de los cultivos. Hasta tal punto fue así que el Guadiana quedó completamente seco y se produjo un desastre ecológico terrible. La turba que había estado sumergida bajo el agua desde el origen de los tiempos, había comenzado a arder espontáneamente o quizás debido a incendios en tierras cercanas. Ardía silenciosamente, sin llama, por debajo del suelo, comiéndose las entrañas de Daimiel. Y, por las grietas del reseco suelo, surgía su triste aliento, su última llamada de socorro, que fue lo que nos alarmó a todos a finales de agosto de 2009.
(pinchando aquí lo podéis ver)

Debido a esto, la UNESCO advirtió de que podía retirarle la figura de Reserva de la Biosfera y nos dieron 3 años para recuperar el humedal. Estábamos haciendo las cosas fatal. No habíamos cuidado el acuífero. Habíamos permitido la extracción ilegal, salvaje y continuada de su agua milenaria. En noviembre, la situación era gravísima. Si desaparecía la turba, el humedal estaba condenado para la eternidad. Finalmente, el año pasado la CE expedientó a España. El milagro ha venido del cielo, con el invierno más lluvioso desde hace décadas; agua soñada, sorprendente y por nadie imaginada, que ha conseguido apagar la combustión latente soterrada e inundar el humedal.
Aguas arriba de las dulces del Guadiana, el río surge de bajo la tierra misteriosamente en sus Ojos; Ojos del Guadiana. Es ése lugar el que se considera cuna de este río que alimenta Las Tablas. Pero, en realidad, el río nace dos veces, pues surge a mucho más arriba, a más altura, para, en su tramo alto y antes de desaparecer bajo la tierra, formar las Lagunas de Ruidera. Félix creo que habló de ellas y quisimos conocerlas.
Si uno mira al agua, si uno imagina éste lugar sin envilecer por las máquinas del hombre, entonces sí, puede uno imaginar el fantástico, maravilloso, paraje de remansos de río que debió ser un día. Cuentan que las Lagunas de Ruidera estaban como hacía más de 60 años no habían estado nunca. Más de 60 años sin hablarnos con el rugir de sus aguas, que acarician terrenos jurásicos, nos han hecho sorprendernos ahora con el descubrimiento de que las famosas 15 lagunas eran, en realidad, 22. Lagunas que, contaba Don Quijote, eran las hijas y las sobrinas de Ruidera, las cuales fueron, entre lloros, convertidas en lagunas ruidosas por el Mago Merlín. Es precisamente su paso por terrenos del Jurásico lo que hace que las aguas del Guadiana se carguen de caliza disuelta, que se han ido acumulando y formando esas barreras que son el origen de los fantásticos remansos de Ruidera.

David Nieto Maceín y Kajsa Aurell.
Pues es un sitio que Hugo y yo queremos visitar desde hace tiempo, y leyendo esta entrada, tenemos mas ganas todavia. Pena no haberlo podido hacer con vosotros, lo que hubieramos aprendido! Ya sentimos que hayais tenido que soportar un invierno como el de este anho, para que ocurran cosas buenas como el fin de este incendio subterraneo! Un abrazo
ResponderEliminarMagnífico repaso por la historia de este Parque Nacional, y muy bien contado como siempre!
ResponderEliminarMe alegro de que las Tablas vuelvan a su estado natural. Pero hay que estar atentos, porque como bien se dice en el artículo, no fue el hombre el que devolvió a Daimiel su esplendor, si no las lluvias, que llegaron en el momento justo para salvar este bonito lugar.
Espero que esto nos sirva de lección.
Un abrazo!
Recuerdo que fuímos de excursión por esta zona cuando estaba en el cole, pero apenas recuerdo que fuera tan bonito. Habrá que volver.
ResponderEliminarUn abrazo a los dos!