ZIFIO DE TRAVERS. EL MISTERIO DEL GRAN AZUL.



Los zifios son una familia de cetáceos que tienen la particularidad de ser muy esquivos y, por tanto, misteriosos. Se han descrito 21 especies pero se cree que puede haber más y que aún no se conocen. El que haya en los océanos especies de grandes mamíferos aún por conocer supone un enorme misterio de la Naturaleza. Hoy día, es de especies “sabias” el pasar desapercibidas para el humano. Emergen una mínima parte del cuerpo para respirar y huyen de los humanos, además de vivir en aguas profundas. Algunos se han descrito sólo a partir de ejemplares varados, por lo que no se sabe prácticamente nada más de ellos.
La mayoría de los zifios tiene sólo un par de dientes o dos pares. En algunas especies, las hembras no tienen dientes. Y su hocico es largo.
En las aguas españolas está presente el zifio de Cuvier, el cetáceo más difícil de observar. Muchos aparecen muertos en Canarias siempre coincidiendo tras pruebas militares o prospecciones petrolíferas bajo las aguas, lo que parece claro que afecta al sistema auditivo y/o ecolocalizador de los cetáceos de grandes profundidades especialmente.
El zifio de Travers fue una de esas especies que se describieron a partir de un ejemplar varado, en este caso eran sólo huesos ya encontrados en una isla neozelandesa en el s.XIX. Se los tuvieron que imaginar, como en el dibujo de arriba, pues no habían sido capaces de ver ninguno vivo. Hasta casi un siglo después no apareció algún resto más en una isla de Nueva Zelanda, en la bahía de Plenty, que se reconoció de la misma especie, y sólo aparecieron, más de un siglo después, restos de otro zifio en la mítica isla Robinson Crusoe, en aguas chilenas, que se clasificaron al principio como nueva especie (que se bautizó como zifio de Bahamonde) pero estudios genéticos posteriores determinaron que se trataba de la misma especie encontrada en Nueva Zelanda. ¡Era otro esqueleto del misterioso zifio de Travers!. Y hasta ahora no se sabía nada más sobre este enigmático ser de las profundidades. Pero en diciembre de 2010 aparecieron dos ejemplares varados, que desgraciadamente murieron, en una playa del norte de la isla norte de Nueva Zelanda, también en la bahía de Plenty como aquellos pocos restos aparecidos en la isla hace 60 años. Una hembra y su cría. Se publica ahora. 
En realidad, y aunque los científicos protagonistas del hallazgo estarán dando saltos de alegría, personalmente me parece una pena no sólo porque hayan muerto una hembra y su cría sino, incluso, porque no me gusta que se desvelen todos y cada uno de los grandes secretos de la Naturaleza. Aún no ha sido visto con vida ningún ejemplar de esta especie, lo que tiene un mérito inconmensurable para estos cetáceos en el s.XXI. Un mamífero marino que nos hace ver que, en realidad, no somos tan omnipotentes.
Si animales tan grandes, mamíferos, han sido invisibles todavía para los ojos humanos en las aguas profundas del océano, ¿qué no habrá en la VIDA pequeña y profunda en el gran azul? ¿Cuántos secretos nos guardan aún los zifios?. Sabemos más del mundo estratosférico y de otros planetas que de la parte azul de nuestro propio Planeta Azul… ¿Es comprensible esto?. 
David Nieto Maceín. 
 

1 comentario: